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sábado, 9 de febrero de 2008

El secuestro


Por Esteban León (*)

Chiche era un tipo alegre, casi feliz, con una sonrisa siempre dibujada en su boca, con un chiste frecuentemente listo a flor de lengua, con alguna salida picante en cada fiesta. No tenía problemas mayores y había hecho una pequeña fortuna como producto de sus exitosas actuaciones televisivas, teatrales e inclusocinematográficas, en calidad de actor cómico.

Eran las tres de la tarde y Chiche estaba recostado leyendo “Crimen y castigo” en su sillón preferido. De pronto, tres sombras se proyectaron a su frente y de un solo golpe se sintió inmovilizado, amordazado y despojado del libro, justo cuando Raskolnikov estaba por matar a la vieja. En su casa no había nadie más que él y los dueños de las sombras. Retenido por los cuatro costados y arrastrado como una babosa, veía sólo el techo con la monotonía de la impecable e inmaculada blancura de un yeso recientemente retocado. Lo tenían del cuello. Ahora lo sentía por su asfixia incipiente.

Lo sacaron de su casa por la puerta delantera como si la hubieran abierto sin forzarla al entrar. De un sacudón le hicieron recorrer el pasillo hasta la calle y una vez allí comenzó a ver remolinos de ramas en un fondo celeste subido que eran producto de un movimiento en tirabuzón de todo su cuerpo, siempre con la cabeza para arriba y semiasfixiado por biceps añejados en gimnasios. Un vuelo como de planeador lo estrelló en el asiento trasero de un Falcon. Allí comenzó a respirar con más libertad, aunque en una posición poco ortodoxa, como de prostituta esperando la sodomización. Así lo mantuvieron durante media hora, hasta que llegaron a un tugurio de chapas al que Chiche pudo mirar de reojo. A los empujones recorrieron un camino fangoso que los llevó hasta una habitación desordenada pero limpia, con una mesa que parecía brillar por lo pulcra y una lámpara potentísima que la iluminaba en su centro. Le clavaron una aguja en el pliegue del codo y a partir de allí ya no recordaba nada más.

Se despertó en el mismo sillón de su casa en el que estaba leyendo, con el libro en la mano, pensando que todo esto había sido un sueño, una pesadilla.

Eran las seis de la tarde, según le indicaba su reloj de pared. Sintió de pronto un tremendo dolor en las mejillas que lo hizo incorporar. “Todavía no debe haber llegado Marta” se dijo, verificando que todo estaba igual que tres horas atrás. En eso sonó el teléfono. Pero no era la voz de Marta, sino una voz masculina que le dijo:

-Viejo, no hagas nada, no llames a la cana.

-Pero ¿quiénes son ustedes?

-No preguntes más nada. Somos los que te secuestramos.

-Cómo que me secuestraron, si yo estoy aquí.

-Te secuestramos la risa. Fijate en el espejo.

-Pero ¿para qué?

-Ya te vas a enterar cuando nos pongamos de nuevo en contacto para darte las instrucciones de cómo pagar el rescate. Y le colgó.

Se arrimó al espejo para ver qué pasaba en su cara y aguzando un poco la vista pudo divisar dos cicatrices muy delicadas: una en cada mejilla. En realidad, no podía sentirse desfigurado, aunque la cara estaba más chupada. Sin embargo sentía un dolor que era como un tirón que le impedía la risa.

Había escuchado del tráfico de órganos para transplante, pero ¿qué podían hacer con sus mejillas? se preguntaba. No quiso hacer la denuncia porque no sabía cómo podría contar lo sucedido. Cuando llegó su esposa, le relató los hechos. Ella se mostraba un poco incrédula, pero las cosas se sucedieron con calma hasta que Chiche decidió dar un paseo para despejarse y aclarar su pensamiento. Cuando volvió a su casa, después de una hora, encontró a su mujer desorbitada, insultándolo, basureándolo a los gritos. El pobre no entendía nada, hasta que entre todos los improperios pudo darse cuenta de que una tal Tamara había llamado para pedirle disculpas por los arañazos en las mejillas, que no se iba a repetir, que lo seguía queriendo como
siempre y que no la dejara, aunque más no fuera por un supuesto hijo.

Él trató de explicarle que era un error, que no había ninguna Tamara, ni ningún nene, que los tajos se los hicieron los tipos que lo sacaron de su casa, pero su mujer no le creyó la historia y se fue con una maleta cargada de ropa que ya había preparado mientras el cómico se encontraba afuera. Al rato, mientras trataba de reponerse de todo esto, sonó el teléfono. Eran ellos que le pedían trescientos mil pesos. Chiche les quiso mentir diciendo que no disponía de esa suma, pero se veía que tenían todo estudiado porque le respondieron:

-No te hagas el gil. Sabemos que los tenés a plazo fijo y que vence mañana. Pensá que vas a recuperar tu risa.

-¿Cómo? - les preguntó.

-Muy sencillo: te vamos a reimplantar el risorio de Santorini que te extirpamos.

-Pero yo cómo voy a saber si ustedes realmente lo van a poder hacer.

-Muy simple: vas a tener que correr e riesgo y creer en nuestra palabra. De lo contrario, no vas poder reírte más en tu vida - y colgaron.

Al día siguiente fue al banco y como los convenció de que se trataba de una emergencia, en dos horas pudo conseguir el dinero.

No había salido todavía del banco cuando tuvo a uno de ellos palmeándolo y abrazándolo para atravesar la puerta de entrada y hacerlo entrar a un auto en marcha que los esperaba. Fue todo muy rápido y tan bien hecho que el cana que estaba en la puerta ni se avivó de que era un secuestro.

Cuando habían hecho una cuadra lo empujaron al suelo del auto y no lo sacaron de ahí hasta no llegar al mismo tugurio en el que lo habrían operado antes. Ni bien pusieron los pies en el rancho le enchufaron un jeringazo y al poco rato se quedó completamente dormido.

No se sabe cuánto tiempo pudo haber pasado hasta que se despertó nuevamente sentado en el viejo sillón. Se levantó como un resorte y salió corriendo hacia el baño. Se miró al espejo y vio sus mejillas normalmente formadas, como antes de toda esa pesadilla. Sin embargo, recordó
que su esposa se había ido, que la quería y que probablemente no la volvería a ver. Intentó sonreír, pero aunque los músculos ahora le respondían, comprendió que ya no tenía motivo para hacerlo.

(*) Seudónimo

1 comentario:

Anónimo dijo...

este cuento es muy creativo y mi hizo entretenerme mucho!!!