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domingo, 10 de febrero de 2008

Coloquio con la muerte


Por Fabricio I. Risso

Desde chico siempre me hice la misma pregunta: ¿qué le preguntaría a la muerte si la tuviera frente mío?, ¿sacaría mis dudas completamente?, ¿me contestaría? Pero siempre vuelvo a la misma interrogación lógica y que cierra todas mis preguntas, pero no las respuestas ¿me encontraré alguna vez con la muerte?

Según los científicos, podríamos afirmar que todo ser viviente, tarde o temprano, muere por causas naturales, porque la vida esta compuesta de nacimiento y de muerte del ser.

Nadie me explica qué o quién es verdaderamente la muerte. Dicen que es un ser oscuro, con un gran manto negro, vestida de huesos y con una guadaña en su mano. La muerte ¿es aquel ser oscuro y tenebroso que camina por nosotros con su guadaña y una lista con nombres en la otra? ¿La muerte es muerte o es vida? ¿La muerte camina o vuela? ¿La muerte busca muerte o busca vida? ¿Lleva o trae? Tantas, tantas cosas, tantos interrogantes que podría pasarme la vida preguntándome si la muerte es lo que ellos afirman o creen.

Me acosté tarde, como de costumbre, eran las dos de la mañana. Acababa de terminar la redacción para presentar a la mañana siguiente en el diario informativo de la ciudad. La nota apuntaba a un hecho poco informativo y de interés general, que me dejó pensando mucho tiempo hasta poder dormirme. Trataba de un abogado llamado Rafael Gonzáles Blend, que se había ahorcado por, de acuerdo a las investigaciones, problemas laborales y amorosos. Lo único que yo sabía era que un hombre se mató, se ahorcó del parante de su comedor. Dejó su vida en manos de un ser inexplicable llamado “la muerte”, por el sólo hecho de no poder lidiar con sus problemas cotidianos.

Traté de dejar de pensar en mis tonterías absurdas y me di vuelta para dormir de costado, mirando la pared azul que sólo iluminaba el rayo de luz que entraba por una hendija de la persiana blanco crema. Me pregunté en voz alta:

-¿Por qué un hombre llegaría a quitarse la vida?

-¿Y por qué no?

-Porque no, yo no creo que un hombre haya hecho eso por el sólo hecho de que tenía problemas, pienso que algo pasaba y que sólo él sabe.

-¿Pero qué es lo que no sabes?

-¿Qué es lo que no sé?

-Averigualo...

-No es tan fácil, me gustaría. Me gustaría saber que es lo que le pasa a la gente cuando se pone el gatillo en su boca o en la sien y simplemente lo jalan... Sólo quiero saber qué es lo que pasa por sus mentes.

-¿Tú no lo intentaste?

-Creo que no me animaría, no lo sé, no creo que tenga las agallas para hacerlo.

-¿Pero alguna vez lo has pensado?

-Sólo una, pero inmediatamente cambié de parecer. No es fácil lidiar con los problemas, hay muchas alternativas antes de pegarse un tiro. Creo yo que hay que enfrentar los problemas cara a cara.

-Es fácil decirlo, ¿tú nunca has tenido un problema?

-Miles y miles, a diario, semanales, mensuales y anuales. Pero no llego al punto de querer sacarme la vida. Yo creo...

-¿Qué crees?...

-Creo que con los problemas que tengo daría la solución de sacarme la vida, pero aún así no creo que sea lo correcto... estoy seguro de eso...

-Piénsalo nuevamente...

-Ya lo pensé, pero no es lo que haría. Si yo fuese el señor que estuve investigando para el diario, creo que hubiese afrontado los problemas de frente, sin llegar a tomar la iniciativa de sacarme la vida.

-Tú no estas en su lugar...

-Mi tampoco podría estarlo...

Me di cuenta de que seguía viendo la pared azulada, pero ya no estaba hablando solo. Era la primera vez que me pasaba y sabía bien que no era yo quien respondía las preguntas.

Di vuelta lentamente y sin mirar pregunte

-¿Quién anda ahí?

-Date vuelta y contesta tu pregunta.

-No me hagas nada. Llévate todo...

-Cuando me veas no pensarás lo mismo. Al voltear mi cuello mis ojos se paralizaron al ver lo que estaba viendo. Una mujer totalmente hermosa, cabellos rubios y largos hasta la cintura, ojos celestes resplandecientes, cuerpo figurado y un contorno luminoso, blanco, con un manto de cristal a sus espaldas iluminando la habitación. Me di vuelta completamente y le pregunté quién era.

-Tu estudio- respondió.

-¿Mi estudio?, no le entiendo... ¿Qué hace en mi casa? ¿Qué viene a buscar?

-Respuestas, sólo respuestas.

-¡Usted quiere respuestas y está en mi habitación!,

¿Entonces yo qué tendría que decir? Una desconocida se posa en mi cama sin saber de donde apareció, de dónde es y quién es...

-No se altere, sólo vengo a hablar...

-¿Mi estudio?, yo dejé de estudiar hace rato...

-Nunca es tarde para volver a repasar el pasado.

-No entiendo qué es lo que me quiere decir señorita...

-Yo soy su estudio, su pregunta...

-Ahora resulta que no sólo es mi estudio, sino que también es mi pregunta. ¿Qué pregunta? Es tarde y una desconocida está posada frente a mí en plena madrugada. ¿Quién es?

-Tengo muchos nombres, dijo con voz calma y a media sonrisa mientras se levantó del pie de la cama y empezó a caminar por la habitación. Algunos me dicen “desdicha”, otros, “manto negro”, algunos afirman que mi verdadero nombre es Parca, pero los demás me llaman vulgarmente “la muerte”... Empecé a reírme sin poder parar y mirándola fijamente empecé a opacar mi risa rápidamente, pidiéndole disculpas.

-Está bien, no me ofende, no pretendía que me creyera desde un principio...

-Disculpe señorita, es que su confesión no es para nada normal. ¿Intentó alguna vez hablar con un psicólogo? Yo le podría recomendar uno.

-Lo hice, señor Roberto, un día tuve la posibilidad de hablar con uno personalmente. Era un psicólogo muy interesante y por lo que noté, inteligente. Me aclaró bastante sobre su mundo...

-Hagamos de cuenta que le creo, que yo creo que usted es la mismísima muerte y
que está justo parada frente a mi... ¿Cómo podría demostrarme lo que dice?

-De la forma que usted quiera, Don Roberto, a mí no me costaría nada. Pero fíjese y
piénselo, tal vez le cueste a usted.

-¿Jovencita, me está amenazando?

-Jamás, don Roberto, jamás. Sólo le advertiría sin que se ofendiera.

-¿Qué es lo que quiere señorita muerte?

-dije irónicamente-

-¿Qué se siente ser humano?

-Se siente bien. Por el sólo hecho de que uno puede respirar. Siente la dulzura de
una manzana. ¿Usted nunca fue humana?, ¿siempre fue “la muerte”?

-Siempre fui lo que soy y lo seguiré siendo.

-Disculpe que me vuelva a reír señorita, pero no puedo creerle que el demonio la haya contratado para ser “la muerte”...

-Nunca dije que fuera el demonio... A veces pensamos que las cosas las hacen quienes más culpamos. Pero ¿usted se puso a pensar a dónde va a ir el día que yo lo venga a buscar?

-Supongo que al cielo... ¿no?

-Usted va a ir adonde se merezca.

-¿Intentó alguna vez ir al psiquiatra? señorita, váyase de mi casa. Veo que es sólo una joven que lo único que quiere es sacarme dinero. Quiero dormir, mañana tengo que trabajar y usted está impidiendo mi sueño...

-¿Qué se siente sentir el viento?

-Libertad, libertad y más libertad. ¿Quién es usted señorita y que quiere de mi?

-¿Qué se siente tener amigos?

-No lo sé, alegría supongo. Se siente bien, no lo sé. Y dígame ¿qué es el infierno?

-El infierno es el lugar en donde se encuentran las almas que tienen que pagar la condena.

-¿Qué condena?, ¿específicamente, a qué condena se refiere?

-La condena de vivir con sufrimiento, de vivir en agonía continua. ¿Usted qué paraíso se merece?

-Queda mi alma a disposición del juez de turno.

-Es igual de terco que su padre... recuerdo que él mismo me dijo al verme que no me tenía miedo. Y aclaremos que sólo vio mi sombra.

-No voy a permitirle que hable sobre mi padre señorita. El tenía muchos problemas, es por eso que tomó la decisión de sacarse la vida...

-Usted sabe bien, pero yo mejor. Su padre murió de cáncer hace mucho tiempo, usted era apenas un niño.

-¿Cómo sabe que mi padre murió de cáncer?

¿Cómo pudo saber eso?

-Sólo una última cosa... ¿qué se siente estar cerca de mi?

-Se siente entender que la vida no es más que una metáfora... vivo por consecuencia de mis causas. Vivo a causa de la decisión de alguien. Y usted no es más que una fiel servidora de ese alguien...

-Se me hace tarde Don, fue un placer charlar con usted ¿sabe?

-Hasta siempre...

-Hasta luego.

La mujer abrió la puerta de mi habitación y se fue como una persona común y silvestre. Me senté en la cama y traté de ponerme a pensar en todo lo que había hablado con esta señorita que se hacía llamar “la muerte”. Me recosté y prendí un cigarrillo, miré las fotos de mis padres y me levanté a contestar la puerta que alguien acababa de tocar. Fui lentamente hasta ella y la abrí, un hombre poco más bajo que yo, con un sombrero marrón y lentes gruesos me dijo mirándome sorpresivamente.

-Buenas noches, disculpe la hora, pero una señorita me mandó, en la puerta, para que hablemos, ¿necesita algo? ¿Se encuentra bien?....

-Es muy tarde señor, no es hora de que usted y yo charlemos... ni siquiera sé quién es...

-Ya sé, perdone mi interrupción, lo que ocurre es que una señorita me dijo que le preguntara si se encontraba bien, justo pasaba por aquí, la noté preocupada...

-¿Cómo es su nombre?

-Mi nombre es Rafael Gonzáles Blend, soy abogado,

¿puedo pasar?...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy lindo el cuento, original. Felicitaciones al autor...

Anónimo dijo...

muy interesante el cuento, la verdad se ve la virtud del autor en poner suspenso e intriga a la historia.

muy original.

felicitaciones por la publicacion.