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viernes, 11 de enero de 2008

El parásito


Por Sutter Kaihn
Ilustración: Damián Soriano

Hace tres meses que estoy así doctor, no entiendo por qué me siento cada vez más y más débil. Yacasi no tengo fuerzas para abrir la boca y respirar con profundidad.

Sólo me abstengo a mirarlo de esta forma, mi piel está demasiado pálida y... ¿Usted qué piensa de esta extraña enfermedad?

Sólo intento balbucear cosas. A veces trato de incorporarme, pero es inútil.

Todo empezó con un desmayo por presión baja. A veces, los viejos como yo ya no podemos ni con nosotros mismos.Mis hijos me han traído hasta este hospital, mientras que mi pobrecita esposa... que en paz descanse, se debe estarretorciendo de la tristeza para que yo no muera y siga viviendo.

En fin. No sé por qué en estos meses estuve empeorando doctor. Mi cuerpo parece de plomo y mi vista está borrosa.Hace poco tuve una extraña pesadilla, soñé que una horrenda criatura se alimentaba de mí... de mi sangre.

Era espantosa. Tenía una boca pegajosa y maloliente, llena de dientes pequeños. Con un par de ojos que parecían deun loco desquiciado. ¿Usted ha soñado algo así de escalo saber que una criatura de naturaleza desconocida, se alimenta de usted?

Yo no, ésta fue mi primera vez y le confieso que sentí muchísimo miedo. Algo así no se sueña todos los días, dicen que a veces la mente humana experimenta pesadillas después de haber visto una película de terror, o después de leer una novela del mismo género.

Pero yo jamás recuerdo haber visto películas de horror, ni haber leído algo así. Jamás me interesó. Bueno, creo que pensé demasiado hoy... Estoy cansado y necesito dormir.

Sí, se tiene que ir. Ya que se va... ¿podría traer algo que me reanime? No sé, cualquier cosa. Necesito salir de este hospital. Nunca me gustó estar aquí, siempre odié estar en una cama todo el día. No puedo estar sin hacer algo, aparte quiero ver a mis hijos, mis nietos. Extraño a mi gente y no puedo vivir sin ellos. Es lo único que tengo, después de que mi mujer murió en aquel fatídico accidente.

Está cruzando la puerta... se fue. Bueno, supongo que vendrá en algunos minutos. Lo que me queda por hacer en este momento, es mirar por la ventana.

Veo los pájaros que se posan sobre la ventana, puedo escuchar el sonido de losárboles, de los autos. La gente que viene y se va, hay muchas cosas para escuchar, como aviones, tormentas. El correr de un manantial.
Odio la civilización, yo me crié en el campo, como todas las familias que llegaron a este país. Recuerdo la casona donde vivía, allá en 157 y 62, pasando los barrios de ahora. Antes no habían tantas casas y... ¡No! Se han volado los pájaros, necesito verlos. Me hacen recordar mucho mi vieja casa. No quiero que se vayan... ¿los han espantado?

Si, claro, es el doctor. Vino para traerme algo supongo ¿Qué es lo que me trajo señor? ¿Qué es eso?
Ah, es una jeringa. Odio las inyecciones. ¿No tiene pastillas o algo así? Pero doctor... esa jeringa está vacía. ¿Qué está haciendo? No... no. ¿¡Me está sacando sangre, doctor?!

¡La está vaciando en un vaso! ¡Se la está tomando! No, por favor, no... ¿Usted se está alimentando de mí? Y... esosojos... esa mirada como en el sueño. Usted es... la... criatura...


Gritó tanto que...
Fue cuando estuvimos en aquel invernadero, allí en las afueras de la ciudad platense. Era un campo bastante extenso, donde habíamos decidido ir con mi hermano Esteban. A él el campo mucho no le agradaba. Sólo que debíamos visitar a nuestra querida abuela y siempre rezongaba por ello.

-Necesita ayuda a veces...-le dije para compensar su aburrimiento.

-¿Tareas de campo? Siempre las odié -se quejó Esteban en su afán de volverse a casa.

-Dijo que nos esperaba en el invernadero, pero lo que me parece un poco extraño... Es que el abuelo no salió a recibirnos -dije extrañado. Mucho no le interesó a mi hermano, quizás no estaba en la casona, o fue de compras al pueblo. -Me da lo mismo -se volvió a quejar- la abuela espera...-lo miré como desentendido. Esa mañana no sería como todas, algo presentía en Esteban. Por lo menos, a mí me parecía un poco extraño. El invernadero se veía enorme, parecía bastante abandonado, ya que la abuela no había trabajado dentro de él por culpa de su vejez. Las hierbas sobresalían por la entrada,los pájaros entraban y salían como querían. Muy lindo no estaba, precisaba mucho trabajo duro. ¿Te parece que tengoganas de entrar? -preguntó Esteban con las manos en los bolsillos.

-No sé, todo depende de cómo quieras a la abuela- dije mirándolo fijo, yo la quiero... Aclaré, no sé vos qué opinás, él quedó pensativo, miró la entrada y se dirigió sin palabras. Allí dentro, estaba ella. Tenía una herramienta en su mano y la mirada casi perdida.

-Probé de todo... -murmuró entre dientespero nada parece funcionar. El viejo también trató un tiempo, pero se hartó. Nada sale bien en este invernadero maldito. Terminó por decir. Noté que la abuela no se sentía bien. Dediqué tanto tiempo en este lugar, que olvidaba las demás cosas de la casa. No sé por qué este lugar ya no es comoantes. Tenía tantas flores, tanta vida... Y ahora está tan, pero tan muerto, dijo la vieja tratando de arrodillarse y comenzó a remover la tierra con su herramienta. Tratamos de acercarnos a ella, pero sin previo aviso notamos una lágrima que recorría lentamente su blanca mejilla derecha. Hasta llegó a gritarme... -dijo con la voz gastada y nerviosa-, llegó a gritarme... gritó tanto que...

-Abuela -dije con dudas-, ¿estás bien? El abuelo no salió a recibirnos.

-Me gritó mucho -contestó sin escuchar y mientras seguía removiendo la tierra floja, una mano avejentada sobresalía de allí. Nunca dijimos nada de lo sucedido esa mañana. Jamás lo haríamos. Amamos a nuestra abuela.

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